Sociedad

5 lecciones que los jóvenes aprendimos a seis meses de los sismos en México

A seis meses del 19 de septiembre, ¿qué podemos recuperar de la tragedia?, ¿cómo podemos reconstruirnos como personas y como sociedad?

Ya pasaron seis meses de los sismos que demostraron que México es un país expuesto a muchos tipos de fenómenos naturales, pero que también cuenta con el potencial y las capacidades para reconstruir un mejor país. Después de medio año desde el sismo que azotó el centro y sur del país el 19 de septiembre, la organización TECHO —luego de un trabajo muy intenso en comunidades vulnerables durante 2017 y que sigue en 2018—, recopiló cinco grandes aprendizajes y reflexiones que nos dejaron estos trágicos acontecimientos.

1. La desigualdad nos vuelve vulnerables

Con 53 millones de personas viviendo en pobreza y tres cuartas partes de la población concentrada en espacios urbanos, los sismos evidenciaron lo altamente vulnerable que es la población de nuestro país. Cuando volteamos a ver los daños que había dejado, la emergencia nos mostró que se vio mucho más acentuada y agravada en lugares marcados por la profunda desigualdad y pobreza. Los espacios más afectados en la Ciudad de México fueron los más pobres, lo mismo en Morelos, Puebla, Oaxaca, Chiapas y el Estado de México, donde más de 50 mil viviendas tuvieron afectaciones considerables.

2. La juventud es una de nuestras fortalezas

Nos dimos cuenta que la pobreza agrava y alarga las situaciones de emergencia por fenómenos naturales; pero, al contrario de lo que muchos pensaban, nos dimos cuenta también de que las juventudes —los llamados millennials— sí tenemos un profundo compromiso con nuestro país, con otros y otras. Fuimos los primeros que salimos a las calles, las inundamos.

Personalmente, me tocó estar durante el 19S por la tarde en el edificio de Torreón y Viaducto en la Ciudad de México; y lo que vi fue impactante: cientos, quizá miles de personas haciendo cadenas humanas para sacar los escombros; decenas de vecinos y vecinas dando agua, alimento, letreros con las contraseñas de las claves de WiFi para poder comunicarte con tus familiares, cartulinas indicando que el baño de la casa se volvía público; los muebles de la sala y la cocina en la calle, gente invitándote a que te sientes para descansar. Por todos lados, quienes lideraban esfuerzos y más participaban: éramos los jóvenes.

3. La reconstrucción no es una carrera, es un maratón; el esfuerzo continúa

A seis meses de los sismos la euforia ha bajado, pero las juventudes seguimos trabajando. Somos quienes nos tomamos esta reconstrucción del país en la espalda. Sabemos que nos toca la reconstrucción física, pero también empezamos a definir la reconstrucción del tejido social y de las actividades económicas; quienes le estamos dando un enfoque de género, basado en los derechos de las personas, volteando a ver a todas y todos.

4. Las ganas de ayudar deben ser contagiosas

El reto para las juventudes, y para el país en general, es mantener la chispa viva. A seis meses de los sismos, la participación ha disminuido considerablemente, y no podemos perder de vista que el compromiso debe seguir intacto y crecer, porque hay mucho trabajo por delante. A medio año de esos terribles sismos —que nos quedarán en la cabeza para siempre—, el multifamiliar de Tlalpan, en Ciudad de México, sigue en el piso; en El Salitre, en Morelos, los vecinos siguen viviendo a la intemperie; en Cintalapa, Chiapas, se sigue demoliendo a diestra y siniestra el patrimonio de las familias, sin tener la certeza de que vaya a llegar algún recurso para reconstruir.

Por eso en TECHO México —donde hemos movilizado a más de 4 mil voluntades en programas, proyectos y actividades de reconstrucción en todos los estados que tuvieron afectaciones— asumimos el compromiso, y hoy sumamos a más jóvenes que se comprometen a largo plazo con un México más justo y sin pobreza. La reconstrucción apenas está en su etapa inicial. Como mexicanos jóvenes nos toca tomarnos en serio esto y participar, ejercer nuestra ciudadanía, reconstruir y democratizar este país. Nos toca vigilar que los recursos de los gobiernos y de la sociedad civil sean utilizados de forma transparente. Debemos avivar la llama de la reconstrucción ahora que la fiebre de ayudar pasó y no así la necesidad de una vivienda adecuada, digna y decorosa para brindarle a las familias una seguridad mayor a la que tenían.

5. La memoria es nuestro mejor aliado

Finalmente, el llamado debe ser a no olvidar el pasado para pensar un mejor futuro. Porque reconstruir debe implicar repensar nuestras comunidades para que estén mejor preparadas que antes del 19S. No debemos perder de vista que este país aún está en una zona expuesta a terremotos como el que tuvimos, a inundaciones, huracanes y demás fenómenos naturales. Esto nos lleva a pensar una reconstrucción desde las bases de la ciudadanía, con visión a largo plazo; a imaginar ciudades seguras, resilientes, sostenibles, diversas y democráticas. Pensar ciudades de derechos y no de privilegios, donde nadie se quede atrás, donde nos reconozcamos como iguales y juntos formemos la ciudades que por derecho nos merecemos.

El reto está en nosotros, en tomarnos en serio y actuar. En un año electoral, es importante entender que hay otro tipo de elecciones que podemos hacer y que cambian a México todos los días.

El texto anterior fue escrito por Enrique Cano Bustamante.

Fuente: https://culturacolectiva.com/estilo-de-vida/techo-lecciones-que-aprendimos-a-seis-meses-de-los-sismos-en-mexico/

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