Cultura

La artista mexicana que plasmó el mundo onírico en sus obras para desafiar al muralismo

Cuando se habla sobre el arte mexicano, lo primero que se menciona es el Muralismo, conocido movimiento artístico con causas políticas que se gestó a inicios del siglo XX y perduró como tal hasta mediados del mismo. Pero, por supuesto, no todo en la historia del arte mexicano se avoca a éste, y no fue sino entre los años de 1950 a 1960 que se dio una ruptura en relación a dicha corriente y diversos aspectos de la llamada Escuela Mexicana, para dar paso a nuevas expresiones artísticas.

Dicha ruptura no se dio de manera tajante, sino que se fueron incorporando nuevas ideas, técnicas y espacios para la realización de un arte que importaba otro pensamiento y costumbres —aunque persistía “lo mexicano” en cualquier ámbito—, a la par que disminuía el furor por el arte monumental y la protesta pública.

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Entre las artistas mexicanas contemporáneas que comenzaron con la pintura y el grabado durante esta nueva generación, encontramos a la veracruzana Leticia Tarragó, quien estudió en La Esmeralda y fue discipula del Dr. Atl; amiga, colega y esposa de Fernando Vilchis, quienes la apoyaron a seguir en el camino de la pintura y el grabado, pues le mostraron lo que en ese momento se hacía en la Ciudad de México.

La artista ejecutaba, desde las aulas y posteriormente desde su hogar en tierras veracruzanas, trabajos de grabado y pintura en sitios apacibles y rodeados de naturaleza, mismos que han inspirado gran parte de su obra. La pintura de Leticia Tarragó nos transporta a recuerdos de la infancia, a pasajes familiares, a cuentos e historias que han pasado de generación en generación; sueños fantásticos e ilusiones vívidas, esa nostalgia de la ensoñación y la añoranza de un mundo mágico. No hay límites entre las historias terrenales y las etéreas, ambas se vuelven parte de una misma.

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Las sirenas, las muñecas y las hadas, así como los perros, gatos y caballos, se unen en una dimensión en la que habitan niños, generalmente en amplias habitaciones de casas que, a veces, parecen vacías y otras repletas de objetos que incluso toman lugar en el aire. Es decir, el mundo pictórico de Leticia Tarragó es un mundo onírico, enigmático. Las niñas y las mujeres han ocupado un lugar privilegiado en su obra, pues son dadoras de vida y siempre han sido relegadas en la historia. Además, considera que es indispensable otorgarle más importancia a la niñez, al desarrollo infantil y a su educación, en ésta debería estar implícita la formación artística que forme a seres más sensibles con su entorno. Ambos personajes, mujeres y niños, se mezclan con el resto y los modifica al agregarle alas a los cuerpos infantiles, rostros mitad humanos, ángeles o hadas.

Los protagonistas de sus obras tienen largas extremidades que les permite atravesar habitaciones o los llevan por largos paseos que parecen tener continuación en alguna u otras pinturas. Las alas son un elemento que podemos encontrar de manera recurrente: de mariposas, de hadas, de murciélagos y en distintos tamaños e intensidades de color; precisamente, éste es parte fundamental en el trabajo de Tarragó, pues el color da al espectador la sensación de que se encuentra dentro de lo que narra su autora con la pintura, como si nos halláramos en el mismo espacio y dimensión.

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En su obra predomina la mezcla de colores monocromática, como los grises, negros y rojos; en otros cuadros, abundan los tonos claros y, en muchas más el colorido es intenso, lo que da como resultado una explosión de tonos vibrantes; desde el azul más suave, gamas rosadas y morados, hasta el naranja más fuerte. Su gusto por el color tiene que ver con lo colorido de la cultura popular mexicana. La mayoría de sus pinturas están hechas en óleo y acrílicos, aunque en la actualidad también busca decorar objetos cotidianos.

El trabajo de Leticia Tarragó parece un cuento en sí mismo, y ha servido para ilustrar historias de otros artistas como Elena Garro (“La semana de colores”) o Juan José Arreola (“Bestiario”), así como los cuentos de la Enciclopedia Colibrí que publicaba la SEP, entre otros.

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El grabado ha sido también parte fundamental en la trayectoria de Tarragó; fue fundadora, junto con Fernando Vilchis, del taller de grabado de la Universidad de Oaxaca y desde 1980 es investigadora del Instituto de Artes Plásticas de la Universidad Veracruzana. Sus trabajos han sido expuestos en Veracruz, Nuevo León, Ciudad de México, Holanda, Suiza y Estados Unidos.

Fuente: http://culturacolectiva.com/obra-de-leticia-tarrago/

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