Emociones

Linaje matriarca

Esa tarde rodaron por sus mejillas las lágrimas que había callado por tanto tiempo. Esa tarde se doblegó y rindiéndose se creyó débil y dejó salir lo que había celado con tanto ahínco toda su vida. Ella ignoraba que aquél acto de “debilidad” sería una de sus fortalezas…

 

Por Paulina Márquez 

Esa tarde rodaron por sus mejillas las lágrimas que había callado por tanto tiempo.

 Esa tarde se doblegó y rindiéndose se creyó débil y dejó salir lo que había celado con tanto ahínco toda su vida.

Ella ignoraba que aquél acto de “debilidad” sería una de sus fortalezas…

 

Vengo de una familia matriarca. Mis bisabuelas, abuelas y mi madre se han caracterizado por ser mujeres de guerra, ya saben, de esas que no se doblegan facilmente y que si les dices que no pueden, ellas te demuestran cuan equivocado puedes estar. Mi bisabuela viene desde Nayarit, huyendo de su esposo quien la azotaba a cada momento y por quien casi pierde a su hija más pequeña que se encontraba en el vientre, mi abuela. ¿Se imaginan si se hubiese quedado mi bisabuela ahí?, ¡yo jamás habría existido!, ¡Gracias bisabuela!

Mi abuela vivió la vida del Hermosillo viejo, del machismo mayormente marcado. Fue criada por su abuela (mi tatarabuela) lejos de sus hermanas puesto que  mi bisabuela no podía hacerse cargo de ella en ese momento. Mi abuela se casó con mi abuelo, él era también machista aunque su historia conmigo fue otra.

Ella trabajaba en lo que podía para poder obtener algo de dinero extra, era de carácter fuerte (según cuenta mi madre) y poco afectiva (¿cómo no  serlo si fue criada en un ambiente infértil?).

Se le diagnosticó diabetes a muy temprana edad y para sus 45 años estaba en la agonía de un cuadro sumamente complicado a causa de esa enfermedad. Era la hija más pequeña y fue la primera en morir, la primera de 5 hermanos.

Mi madre enterró a su progenitora a sus 22 años. Esto marcó un cambio inminente en su vida. A lo largo de estos años mi “viejita” (como le digo de cariño), se ha caracterizado por ser una guerrera en todos los sentidos. Desde pelear su posición en la Universidad, luchar por los más débiles, no dejarse vencer por las dificultades hasta pelear por su vida.

Y después estoy yo. Cargando con todo este bagaje emocional que me fue heredado. Ser la mujer fuerte, autosuficiente, de carácter firme, ésa que no se deja vencer, que siempre tiene la respuesta correcta, que no necesita de un hombre para salir adelante, que todo lo puede…

¡ufff, es tan cansado esto!, este cargo no tiene prórrogas, ni tampoco te dan pases de salida para tomar un respiro, retirarte un momento y fortalecerte. Mucho menos tengo la libertad de ser vulnerable, de sentir que no tengo fuerzas y de quedarme un día en la cama o de llorar a ronco pecho, no, no se puede, eso no encaja con el matriarcado de mi familia,  ¿te sientes identificada(o)?

Y ¿si te cuento que esta “sentencia” ya ha sido corrompida? De pronto un día descubrí que no estaba forzada a ser eso que me había sido heredado. Que tenía permiso de llorar y que al hacerlo me daba cuenta que no pasaba nada, absolutamente nada, así como tampoco pasó nada cuando decidí caerme, o que no quería levantarme, o el dejarme ayudar por otros, y te confieso que fue sumamente liberador cuando comencé a usar la palabra “no sé”, el no saber todas las respuestas me dio la alegría que no encontraba entre tanto libro que me rodeaba.

¿Cómo lo logré?, me ha llevado tiempo en psicoterapia ir descubriendo estos anclajes heredados, y mucho esfuerzo me ha tomado el cambiarlos. Lo que me ha mantenido en esto son mis ganas de romper con ese patrón familiar. Retomo la fuerza de las mujeres de mi árbol familiar  y además les doy el permiso y la libertad de ser la figura femenina en mi vida. Aprendo  lo bien que está el no ser la fuerte todo el tiempo en todo momento y sobretodo, la importancia que tiene para mí el recibir y no solo dar a los demás.

El linaje matriarca de mi familia se ha centrado en dar a los demás olvidándose de uno mismo, y bueno por mi cuenta va el cambio de esto. Para que la carga sea ligera, para que mi vida sea plena y sobretodo para tener el permiso y la libertad de ser yo en completa plenitud.

Vendría bien que hicieras un recuento de tu historia familiar y revisaras, al igual que yo, los patrones que se repiten, que cuestiones que tan saludables y funcionales son para ti hoy y en caso de querer cambiar alguno, que establezcas para que lo quieres hacer y cómo lo vas a llevar a cabo.

 

marzo

Paulina Márquez 

Psicóloga

Paulinamarquez.com

 

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