Emociones

Por qué las miradas siempre será el lenguaje perfecto de los amantes

La mirada es una flecha disparada en el arco de la existencia, en la que la puntería se vuelve un destino que confronta dos o más almas para saber cuál es más fuerte.

Dialogo de pupilas que cruza biografías en peligro de extinción en una sociedad que parece funcionar a base de competencias de arco, mientras se camina o se espera en cualquier sitio.

El blanco, esa esencia al azar que resulta atractiva para utilizar el arco de la mirada y apuntar hacia una correspondencia de probabilidades, en la cual voltee el otro y sienta la flecha de la mirada palpitar en su arco.

Un presagio vigilante acecha al blanco y obliga a obtener una respuesta, aunque sea de reojo porque la mirada es el lenguaje del corazón, según Shakespeare, y ese código no puede ignorarse, es como un golpe de retinas que dialogan sin conocerse, un mensaje construido con la complejidad del instinto.

El arco lanza las pupilas para cazar voluntades en cuestión de segundos, bajo el resguardo de la dimensión corporal que detiene las manías del tiempo, abre un paréntesis bajo el dominio del arquero que resulta memorable para algunos y sin saber sienten palpitar las palabras de Alexandre Dumas: “Las miradas del cuerpo pueden olvidar a veces, pero la del alma recuerda siempre”.

Lanzar miradas para atinar a la puntería de atención, puede volverse el inicio de una guerra entre fuerzas caminando con el poder los ojos o bien una masturbación del ego que busca atinarle al centro de la diana ocular y obtener el máximo número de parpadeos que apenas sostengan ese diálogo sin palabras.

Inconsciente arquería que busca donde depositar su fuerza e imponerse en un breve paréntesis del tiempo, o sólo compartir la destreza de estar vivo bajo el yugo de la claridad u oscuridad de los parpadeos que aún no se generan.

Cacería de una fuerza que busca provocar orgasmos, esos que comienzan con una mirada y pronuncian: “deposite su fuerza aquí sin pensarlo dos veces”, a pesar del temperamento del viento y ese cortejo de miradas que no cesa hasta convertirse en un acto.

Con la arquería de la mirada se complementa lo que se quiere decir, como si las pupilas hablaran un lenguaje propio dispuesto a conmover de un solo golpe, aunque provoque voltear algunas cabezas o bien haga reaccionar la que tiene al frente, de manera que funja como líder supremo de la puntería ocular en un lanzamiento.

La puntería de una mirada distrae el sentido de la propia existencia. Todo se resume en ese par lanzado que juega con las propiedades del color y el atino de voluntades, como si al momento de agarrar el vuelo se determinara el ánimo del Universo.

Fuente: http://culturacolectiva.com/sobre-las-miradas/

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