Complejos físicos: ¿Qué puedo hacer ante ellos?
Sin temor a equivocarnos, prácticamente todos hemos sufrido de algún complejo por nuestro cuerpo en cierto punto de la vida: si estoy delgado o gordo, con nariz pequeña o grande, baros y espinillas, celulitis, pocos músculos, etc.
La lista puede continuar todo el día, al igual que los rasgos de nuestra apariencia física que nos preocupan y obsesionan, aunque los complejos que observamos en nuestro cuerpo suelen verlos únicamente nuestros ojos.
Sea basado en algo real o imaginario, los complejos pueden estar relacionados con nuestro autoconcepto, el cánon de belleza que impone la sociedad en la que vivimos y las experiencias que vivimos en la infancia y la adolescencia.
¿Qué son los complejos por el físico?
Se refiere a cualquier malestar emocional y psicológico que es provocado por algún rasgo (o rasgos) de nuestra apariencia física, los cuales surgen a partir de preocuparnos por ellos y verlo de forma negativa, como resultado de una percepción subjetiva de cómo es nuestro cuerpo que nos hace verlo de una forma que no siempre corresponde con cómo es en realidad.
Casi todos sentimos incomodidad hacia alguna parte de nuestro cuerpo y los motivos detrás de ello son variados. Este tipo de complejos nos provocan diferentes niveles de malestar psicológico y emocional, motivándonos a hacer lo posible para cambiarlos, como ejercitarnos para bajar de peso o reafirmar algún área del cuerpo, teñirnos el cabello o usar mucho maquillaje.
Como mencionamos, la percepción de un rasgo físico visto como “defectuoso” esta distorsionado, pero hay otras veces en que realmente hay algún detalle, como en el caso de una deformidad congénita, pero la preocupación y ansiedad relacionada con esa parte es tan excesiva que limita mucho la vida del acomplejado.
Causas de los complejos
Están ampliamente relacionados con nuestro autoconcepto, que es el conjunto de ideas que tenemos acerca de cómo somos, el cual se va formando durante nuestra vida tomando como referencia nuestras fortalezas y debilidades, así como nuestra forma de ser en lo físico, psicológico, social y emocional.
Todos estos aspectos hacen que formemos una imagen no solo de cómo somos, sino también para darnos valor como personas.
Si consideramos que muchos aspectos que conforman nuestro autoconcepto son malos, nos harán vernos como personas que no valen, lo que afecta negativamente a la autoestima. Tomando esto en cuenta, los complejos físicos no son más que rasgos físicos a los que hemos atribuido un significado negativo, pero que forman parte de nuestro ser y a la vez nos “quitan valor como personas“.
Entre los principales motivos por los que aparecen los complejos físicos están los siguientes:
1.- Sentirse humillado por un rasgo físico
Nuestros rasgos físicos no son ni buenos ni malos, a no ser que impliquen algún tipo de problema médico o funcional. A veces no nos damos cuenta de que tenemos algo “negativo” hasta que alguien más nos lo dice.
Esto suelo ocurrir durante la infancia, cuando otros niños se burlan de cómo es nuestro cuerpo, por ejemplo, tener ojos, nariz u oreja grandes, tener sobrepeso o tener acné.
En esta etapa de crecimiento, este tipo de humillaciones pueden vivirse de forma intensa, tanto que años después regresan en forma de “microtrauma”, recordando una y otra vez lo que nos decían cuando éramos pequeños y empezando a hacer que nos obsesionemos con la parte del cuerpo que fue objeto de burla.
También sucede que los adultos, sean familiares o conocidos, se fijaron en algún rasgo físico cuando éramos pequeños y esto nos marca profundamente. Recuerda que de nuestros familiares no solo heredamos los valores, sino también complejos y obsesiones hacia nuestro cuerpo.
2.- Obsesionarse con partes concretas
Nuestro cuerpo es un todo, de diferentes partes que forman uno solo, hecho que solemos ignorar al escanear minuciosamente esa parte con la que nos sentimos mal, pasando por alto el resto de las cosas buenas que nos da.
Fijarse en cada parte de nuestro cuerpo y entenderlas como particularidades muy diferenciadas contribuye a padecer complejos por el físico. Le damos importancia a cada una de estas partes por separado, sobre todo aquellas con las que no nos sentimos cómodos, distorsionando la percepción de nuestro cuerpo.
3.- No sentirse lo suficientemente valorado
Las personas que han crecido donde no ha habido amor ni cariño pueden tener un autoconcepto muy negativo, pensando que no valen como humanos, lo que hace que aparezca todo tipo de preocupación hacia cómo son, tanto en lo físico como en lo psicológico.
Pensando en que sus padres no les daban amor porque no se lo merecían, muchos empiezan a buscar todo tipo de “defectos” que justifiquen este hecho, aunque sean exagerados e irreales. La inseguridad y la falta de confianza son dos actitudes comunes en las personas cuyos complejos se formaron así.
4.- Obsesión por los cánones de belleza
Aunque estos han evolucionado en los últimos años, convirtiéndose en algo que ya no es tan inalcanzable, aún queda un largo camino por delante. Actualmente, muchas personas tienen un concepto de belleza muy exagerado y su deseo por conseguir la perfección, alejado de lo humanamente posible, hace que se sientan inconformes con quienes son.
Como es un ideal que no se puede alcanzar, surgen muchas frustraciones, angustia y malestar, pues perseguirlo traerá sentimientos de insatisfacción y falta de aceptación del propio cuerpo, dando lugar a complejos físicos.
Trastorno dismórfico corporal
También conocido como dismorfofobia, dicho trastorno se caracteriza por una preocupación extrema por uno o más defectos detectados en la apariencia física propia, los cuales pueden ser o no evidentes o que sean levemente visibles para otras personas. El o la acomplejada vive con gran angustia, dando lugar a comportamientos compulsivos para calmar la ansiedad asociada a ese “defecto”.
¿Cómo gestionar los complejos?
En el caso del trastorno dismófico corporal, se trata de un caso extremo de obsesión por nuestros defectos, por lo cual al ser un problema psicológico que como tal debe ser tratado con psicoterapia.
Esto no significa que tengamos que aceptar todos nuestros defectos sin más, aceptando la filosofía de que nos tenemos que ver en el espejo y aceptarnos tal y cómo somos.
Podemos encontrar muchas formas de gestionar los complejos, la principal siendo recibir apoyo psicológico, y también intervenir quirúrgicamente cuando realmente sea necesario, además, si es posible y sano, intentar cambiarlo por nuestra propia cuenta.
Hay algunos complejos físicos que realmente pueden generar tanto malestar psicológico que corregirlos a través de una cirugía o de alguna otra forma implica una mejora en la salud mental del paciente.
Sea cual sea el complejo físico, lo que lo haya provocado, su gravedad y si es modificable, la terapia psicológica es una medida que jamás debe descartarse, pues nos puede ayudar a relacionarnos de otra manera con nuestro cuerpo.
Quienes tienen algún complejo físico están acostumbrados a huir de sí mismas, a no aceptar cómo son y a verse como menos valiosas ante aquellas personas con las que interactúan cada día. Evitan mirarse en el espejo y si lo hacen, se fijan de forma casi exclusiva en aquello que consideran que está mal de forma obsesiva.
El objetivo de la terapia es lograr que los pacientes sean capaces de integrar ese defecto y compararlo con el resto del cuerpo, para tener una mirada global de cómo es su apariencia física y, si es posible, hacer lo necesario para eliminarlo.
Con información de Psicología y Mente.