Emociones

CONFESIONES DE UNA PSICÓLOGA: La relación profunda y la sabiduría interior.

Por: Paulina Marquez 

 

Si yo te contara que puedo saber si un paciente acudirá a mi consulta ése día,

 si la persona que tengo enfrente es sana para mí o que incluso puedo saber si mi madre

está con bien o no con solo cerrar mis ojos y conectar con mi corazón, ¿me creerías?

 

Parece argumento de venta de algo místico ¿cierto?, la verdad es que me ha tomado tiempo asimilar y entender esa “sensación”, ese “algo que me dice”. Y es de eso que hoy quiero compartir con ustedes a través de una serie de “curiosidades” que me han sucedido desde que inicié mi trabajo dando terapias.

Cuando recién comenzaba mi consulta había ocasiones en las que me venía un pensamiento automático como si me avisara de la futura inasistencia de mi cita de las 4, ¿cuál era mi sorpresa? que ¡efectivamente, mi cita no llegaba! Después de haber vivido esto muchas veces comencé a preguntarme, ¿qué tal si les pido confirmar su asistencia? Y para mi sorpresa, cada vez que sentía ese “aviso”, enviaba un mensaje y sus respuestas eran la confirmación de mi “sospecha”.

Después vendría otro dilema en mi hacer profesional: NO TOMABA NOTAS DE MIS PACIENTES. Sí, así es. Durante mucho tiempo me martiricé por no hacerlo. En  varios momentos intenté llevar expedientes como mis colegas lo hacían pero no tardaba mucho en dejarlo de lado y, hasta el momento, no he logrado que se haga un hábito en mí.  Curiosamente aún sin guardar una sola nota de mis pacientes tenía la capacidad de recordar exactamente lo que me decían pero había un desperfecto en esa memoria tan fantástica, solo podía recuperar esa información cuando estaba en mi consultorio con ellos en sesión. Una vez que se retiraban, automáticamente mi mente bloqueaba la información recibida hasta la siguiente sesión que tuviera con ellos.

También sucedió que había ocasiones en las que me conectaba a tal grado con ellos que comenzaba a tener sensaciones que desconocía, al principio creía que se trataba de proyecciones, “algo me está moviendo de lo que me está contando mi paciente” –me repetía, pero cuando me analizaba no encontraba lo mío en la problemática del otro. Solo logré controlar esas sensaciones repitiéndome “esto no es mío”.

Me resultaba muy chistoso darme cuenta que de repente en ciertos puntos de la sesión, tanto el paciente como yo nos encontrábamos en la misma posición corporal, “que curioso” –pensaba. Jamás habría pensado que todo esto que yo hacia yendo en “contra” de lo que se me había enseñado tendría un nombre, se llama relación profunda. Una relación que permite conectarte con el otro en todos los sentidos, una conexión que requiere de toda la empatía posible, de la tolerancia pero sobretodo del amor por existir con el otro. Algo que ya tenía viviendo en mí pero que trataba de ensordecer por cumplir con lo que se me había enseñado.

Después comencé a darme cuenta que tenía ciertos “impulsos” por hacer pequeños “experimentos” con mis pacientes de acuerdo con lo que trabajamos. Recuerdo una ocasión que de la nada inventé un ejercicio que funcionó a la perfección para un paciente que estaba en depresión y no encontraba qué le había cerrado su corazón, o aquella ocasión en la que le pedí a una paciente que con plastilina diera forma a su depresión y se la llevara a su casa, después de una semana regresó siendo otra. Recuerdo con mucho asombro que cuando estaba estudiando la maestría en psicoterapia me enseñaron lo que era la técnica de silla vacía, mi asombro fue tal porque sin saber qué técnica era, yo ya la venía aplicando con mis pacientes.

A veces me sucede que de la “nada” me vienen ideas o pensamientos creativos para poder ayudar a mis pacientes y cuando les hago caso, los resultados son maravillosos. A esto último le llamo mi sabiduría interior, sabiduría que me ha permitido fundir en un abrazo el afecto que tanta falta le hacía a ese joven, que ha sido la luz en algunos caminos de personas que tenía poco brillo en sus días, ha sido una brújula pues me ha permitido navegar por mares inimaginables. Mi sabiduría interior me ha llevado a encontrar caminos que no conocía pero que existían y que pude utilizar.

Es así como hoy en día escucho a mi sabio interior y me permito vivir en plenitud la relación profunda que se da con mis pacientes y con toda la gente que me rodea, esto es lo que me permite que aunque pasen años, quizás no recuerde sus nombres pero en definitiva si recuerdo la sensación que sólo con ellos despertó.

marzo

Psc. Paulina Marquez 

www.paulinamarquez.com 

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