Estos son los tres tipos de perfeccionismo y cómo nos afectan
El ser humano siempre ha sido muy competitivo, y las circunstancias en las que vivimos parecen acentuar dicho rasgo. Las crecientes exigencias que se imponen en áreas académicas o laborales dan cuenta de ello, generando unas ansias de superación insaciables y agotadoras.
La sociedad promueve el éxito y ambición desmedida, incluso muchos padres y profesores llevan ese mensaje a los niños desde que llegan al mundo, por lo que se desarrollan guiados por la voluntad de sobresalir en los rubros que consideran más relevantes.
En ese sentido, el perfeccionismo es un atributo que se puede entender de dos maneras: como una virtud que conduce a la excelencia, o como un defecto que nos arrastra hacia la frustración y el fracaso.
Se expresa como la implementación de altos estándares personales, los cuales pueden ser difíciles de alcanzar, la tendencia a evaluar a uno mismo o a los demás de una manera sumamente crítica y negativa. Todo ello termina derivando en la vigilancia extrema ante cualquier posible error, lo que reduce la espontaneidad de nuestras acciones.
Aunque el perfeccionismo no se considera por sí mismo un rasgo patológico, se ha podido comprobar que contribuye como factor de riesgo a varias psicopatologías, entre las que destacan el estado de ánimo, ansiedad y alimentarias.
El perfeccionismo puede implicar una rigidez extraordinaria para la persona, que condiciona su vida y las emociones hasta el extremo de dañar a quien hace lo suyo, incapacidad para reconocer la falibilidad propia o ajena o la hipervigilancia.
Tipos de perfeccionismo
1.- Auto-orientado
Es el que más se asemeja a la idea que se tiene sobre este rasgo. Implica la imposición férrea de objetivos y métodos a los que es necesario adherirse para desempeñar las tareas en las que se tiene responsabilidad, y a partir de los que se alza la imagen que se tiene sobre lo que somos.
Por tal motivo, en este supuesto, el criterio de autoevaluación se ubica en un punto que no se puede asumir, pero solo aplica a la persona que lo padece y no a los demás.
Cuando este rasgo está relacionado con una baja preocupación, y por lo tanto es adaptativo, suele conducir a un rendimiento extraordinario; pero si se lleva con reacciones emocionales difíciles puede llevar a quien lo padece a estados constantes de desesperación y a una escasa autorrealización, sin importar sus logros.
2.- Orientado hacia otros
Implica reglas que no se aplican a quien las diseña, sino a su entorno social. Quienes la presentan imponen a otros cómo deben actuar, exigiendo niveles de desempeño que pueden ser abrumadores y generadores de estrés excesivo.
En ese caso se suele asumir una posición de privilegio que llega a la tiranía y que no se rige por principios democráticos. Es común en trastornos de personalidad como el narcisista o el antisocial.
3.- Socialmente prescrito
Se vincula estrechamente con la ansiedad interpersonal y en estos casos, quien convive con él asume altos estándares sin que surjan por iniciativa propia, sino por la creencia de que es lo que otros esperan de él mismo.
Involucra dos procesos: una percepción errónea de las expectativas ajenas y una actitud de obediencia ante las mismas. Este tipo de perfeccionismo se relaciona con una baja asertividad y miedo al abandono o al rechazo
Este es el que más frecuentemente produce problemas en el área de la salud psíquica, sobre todo cuadros ansiosos y suele ser fuente de trastornos de personalidad como el dependiente.
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¿Cómo se expresa el perfeccionismo desadaptativo?
1.- Altos estándares
Las personas extremadamente perfeccionistas trazan para sí mismas objetivos muy elevados, complicados de alcanzar a corto plazo, por lo que suelen convertirse en un motivo común de frustración y dolor. Aunque se extienden a casi todas las áreas, son especialmente habituales en lo académico y laboral.
Se trata de ‘modelos ideales’ de conducta o pensamiento que restan naturalidad y añaden un componente extra a las actividades del día a día. La manera en la que un individuo se percibe a sí mismo y a sus destrezas prácticas estaría asociada con dichas normas subjetivas, dañándose como una consecuencia directa de su insatisfacción.
2.- Preocupación por cometer errores
Estas personas suelen mantener una vigilancia constante ante la posibilidad de algún error, lo que les impide disfrutar de lleno aquello a lo que le dedican tiempo.
Aunque es común que tengamos cierto grado de cautela para que lo que estemos haciendo salga bien, el exceso lleva a una comprobación recurrente que no influye en el resultado final, pero sí en el sacrificio de nuestros recursos cognitivos y una sensación de que algo ‘no está del todo bien’. Lamentablemente, al final del proceso, el énfasis en lo negativo supera la apreciación de lo positivo.
3.- Altas expectativas
Los perfeccionistas esperan que los resultados de sus actos sean equivalentes a la inversión que realizan. Ya que el mundo no siempre es justo con la forma en la que da recompensas o castigos, no es de extrañar que las consecuencias negativas se interpreten como un fracaso que atenta contra la autoimagen de la persona.
Al existir una férrea atribución interna, estable y general de las cosas negativas que suceden, en ocasiones les cuesta trabajar en equipo, pues es un contexto en el cual no controlan todo.
4.- Estilos de crianza
Revisar la historia de vida de un paciente excesivamente perfeccionista puede llegar a un patrón de interacción familiar caracterizado por la rigidez y refuerzo restringido al logro. Se trata de estilos marcados por la rectitud y las exigencias extremas, en los que se suelen obviar las conductas positivas al considerarse ‘lo normal’.
Desviarse de un estándar ejemplar impuesto por los padres, sin haber un porqué, trae consigo penalizaciones de todo tipo. Conforme el tiempo pasa y la persona se desarrolla, dichas normas se hacen propias y condicionan el modo en que el individuo se trata a sí mismo.
5.- Dureza sobre uno mismo
Todas las personas tenemos un discurso interno respecto a la forma en la que suceden los acontecimientos; si es una situación difícil podemos ‘echarnos porras’ diciéndonos cosas como “todo saldrá bien” o “no es tan grave como parece”.
Sin embargo, el perfeccionista se encuentra ante la coyuntura de una labor enorme, que requiere una inversión fuerte de todas sus energías. Por tal motivo, cuando no se logra el propósito esperado, su discurso se hace extremadamente nocivo, pero cuando se logra, solo hay silencio mental o alivio pasajero.
6.- Exceso de organización
El perfeccionismo desadaptativo se traduce en una percepción negativa de los problemas que ocurren en la vida diaria, mismos que son valorados como una amenaza a la imagen que se busca para uno mismo.
Esto representa un riesgo de que se produzca una discrepancia entre el yo ideal y el real, que se interpretaría de forma absolutamente catastrófica. Para evitarlo, se hace una preparación previa exhaustiva, por un exceso de organización y planificación. Por ello, actividades que otros hacen sin dificultad pueden complicarse para quienes conviven con este rasgo.
Con información de Psicología y Mente.