Superación

Practicar la autocompasión: porque convertirnos en nuestros propios aliados mejora los vínculos que tenemos

Fotografía de Freepik.

Para alimentar la armonía en nuestras vidas, desarrollar la autocompasión es prioritario; y es que practicar esta capacidad no solo es necesaria para relacionarnos de manera saludable con nosotros mismos, sino que también genera un impacto directo en los vínculos que establecemos con otros.

La compasión es una emoción vinculada con la conciencia del sufrimiento personal y de otros, junto al deseo de aliviar esa angustia. Además, supone la empatía que conlleva a la comprensión del dolor humano en los demás; tiene que ver con la forma de observar y el trato a los otros.

Suele pasar que somos más compasivos y comprensivos con los otros y no con los demás: ¿cuántas veces, ante una situación similar, tenemos un consejo alentador la persona que lo necesita, pero para nosotros mismos nos cuesta encontrarlo?

La buena noticia es que tenemos esa capacidad de tener la palabra justa y destacar oportunidades, pero debemos poner en práctica, escuchándonos y aconsejándonos como lo hacemos con los demás.

Así, aportaremos mayor bienestar en nuestro día a día, generando, a su vez, un efecto multiplicador en las relaciones con los demás.

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La investigadora Kristin Neff propone tres elementos de la autocompasión, los cuales describimos a continuación, para tomar en cuenta a la hora de cultivar y fortalecer esta competencia:

  • Humanidad compartida: Ser conscientes del sufrimiento como parte de la naturaleza humana, en lugar de pensar que somos los únicos que pasan por momentos difíciles. Esto implica de alguna manera en humanizarnos, entendiendo que nadie está exento de pasar por momentos complicados o que requieren de nuestra resiliencia para sobrellevarlas de la forma más armoniosa posible.
  • Conciencia: Es aceptar las circunstancias que se presentan, y que pueden generarnos sentimientos de sufrimiento, sin sobre identificarnos con estas. Por ejemplo, puede ser olvidarnos de algo en una presentación y sentir vergüenza por ello. Si podemos capitalizar este hecho como un aprendizaje para la próxima vez y ser conscientes de que esto no excluye ni resta importancia a todo lo que sí pudimos transmitir, lograremos no sobre identificarnos con ese evento. Se trata de aceptar lo que acontece y buscar un equilibrio para integrarlo como parte del crecimiento personal.
  • Amabilidad: Una vez que entendemos el sufrimiento como parte de la naturaleza humana y logramos no sobre identificarnos con las eventualidades que se nos presentan, estaremos observándonos más íntegramente y de esta forma, incrementará nuestra resiliencia y recobraremos el rol protagónico en nuestra vida.

Con esto, tenemos la posibilidad de hacernos responsables y estar atentos a nuestra conversación interna: ¿Cómo nos vamos a estar hablando? ¿Qué nos vamos a estar diciendo? Darnos la oportunidad de ser amables y compresivos con nosotros mismos, en lugar de criticarnos.

Es importante escucharnos sin juzgarnos para conectar con nuestra esencia desde un lugar genuino y de esta forma, generar círculos de empatía y rodearnos de personas que cooperan.

La definición de compasión consiste en el “deseo que tiende a aliviar el sufrimiento propio o de otros”, lo que habla de una acción constructiva que se diferencia del concepto de lástima o pena vinculado a un estado pasivo, de inacción.

Para fortalecer la autocompasión hay que ponernos en marcha y una forma de comenzar a hacerlo reconociendo, escuchando y reconfigurando nuestro diálogo interno.

Cuestionarnos, ¿cómo me siento con lo que me estoy diciendo?, ¿cuál es el hecho que me despierta esta emoción?, ¿estoy asociando mi identidad con algún evento en particular?, ¿cómo necesito hablarme para sentirme valorado y acompañado?

Con información de Bioguia.

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