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Actitud con inteligencia y voluntad 

Depende de mi libertad, que es el ejercicio de mi voluntad, si quiero o no quiero tener actitud positiva; yo puedo decidir si a pesar a de carecer de conocimientos, asumo un actitud positiva, o si a pesar de tener grandes conocimientos asumo una actitud negativa.
Por: Guillermo Frescas / Punto de Enfoque
La forma como nos enfrentamos a la realidad depende en principio de dos constituyentes de la persona humana: radicalmente de su inteligencia y definitivamente de su voluntad.
A esa manera o estilo de enfrentar lo que nos rodea, nos sucede o nos acontece, es a lo que llamamos la actitud, que viene siendo a su vez un hábito.
La actitud puede ser positiva o negativa, ya que la influyen por una parte los conocimientos, verdaderos o falsos, y por otra la fortaleza o debilidad de la voluntad. Por ser un hábito, puede ser una virtud (actitud positiva) o un vicio (actitud negativa) que puede ser adquirido.
Una inteligencia sana, iluminada por conocimientos verdaderos, aunada a una voluntad firme, es el fundamento sólido para desarrollar una actitud positiva, ganadora, sin triunfalismos ni ingenuidades.
Los promotores profesionales de la actitud positiva hacen siempre énfasis en las creencias positivas como lo primero que hay que obtener para lograr una actitud ganadora, lo cual es correcto, pues a partir de la información de que disponemos podemos modelar nuestra forma de responder a los estímulos externos e internos.
Sin embargo, quiero destacar que no podemos dejar de lado, por creer que se sobrentiende, el papel de la voluntad, que es la facultad espiritual que en última instancia nos sitúa ante la realidad en un plano superior o en uno inferior.
En otras palabras, depende de mi libertad, que es el ejercicio de mi voluntad, si quiero o no quiero tener actitud positiva; yo puedo decidir si a pesar a de carecer de conocimientos, asumo un actitud positiva, o si a pesar de tener grandes conocimientos asumo una actitud negativa.
Nuestras creencias, es decir, el acervo de conocimientos sensibles e intelectuales, definen en mucho nuestra actitud, pero ésta sólo se encarna en nosotros gracias al ejercicio de nuestra voluntad, de donde se siguen dos presupuestos básicos para lograr una actitud positiva: el cultivo de nuestra inteligencia con conocimientos sensibles e intelectuales positivos (ya que también existen creencia limitadoras o negativas) y el entrenamiento de nuestra voluntad para generar el buen hábito de la actitud positiva.
Hay quien dice que la actitud lo es todo, y esto lo entiendo en el sentido de que toda la realidad nos demanda una postura, una forma de ser, pues ante nuestra radical apertura, ya que somos seres abiertos a la realidad, ésta nos golpea a cada instante y no nos podemos sustraer a ella, y aun cuando encontremos maneras de enajenarnos (como el cine o los casinos) la realidad es terca y nos atenaza por todos lados, y la única defensa que tenemos es nuestra actitud frente a ella.

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