Cómo tomar buenas decisiones
María es una ejecutiva exitosa. Tiene una compañía que ofrece servicios administrativos para empresas. Es madre de dos pequeñas de cuatro y seis años.
Hace dos años decidió que quería hacer crecer su negocio y para ello tomó decisiones basadas en números apoyándose en algunos consultores. Aunque el negocio está creciendo, ella se siente cada vez menos satisfecha, pues el negocio le demanda más tiempo y tiene menos libertad para estar con sus hijas.
¿Qué encontramos en esta historia? María ha tomado decisiones racionales, evaluadas, sopesadas adecuadamente, pero “hay algo” que no le permite sentirse plena.
Entonces, en este caso y en los que a ti se te presenten, ¿cómo incrementar nuestra posibilidad de tomar buenas decisiones?
A continuación, te comparto cinco puntos a tomar en cuenta para conseguirlo:
1. Considera al ‘gusano’ en tu cerebro
Nuestro cerebro tiene dos sistemas a través de los que toma decisiones. Uno de ellos decide a doscientos milisegundos por lo que considera ‘bueno’ o ‘malo’ para la vida. El otro sistema es más estructurado y decide por ‘correcto’ o ‘incorrecto’ en relación con el contexto social. Al primer sistema muchos lo llaman emoción/intuición y al segundo, racional. Si estos sistemas no están alineados, la decisión que tomes será difícil de sostener.
Casi siempre al que hay que convencer es al ‘gusano’ o intuición. Maja Storch, autora alemana, llama así al sistema con el que tomamos decisiones con el criterio de lo que consideramos ‘bueno’ o ‘malo’. Algunas veces hay que convencerlo de la bondades de hacer algo que no quieres, mientras que en otros momentos conviene escuchar sus dudas y preocupaciones.
2. Mira a la alternativa oculta
Usualmente cuando vamos a tomar una decisión ponemos el foco en evaluar los pros y contras de cada alternativa. Es sólo que se nos olvida que hay una posibilidad más, que regularmente no vemos: no elegir ninguna. Quizá haya situaciones donde esto no es posible, pero habrá muchas otras en que no elegir puede ser muy adecuado.
Puedes, por ejemplo, no elegir hasta tener más información o bien, preguntarte ¿qué posibilidad hay que no he visto?
3. ¿Es el tiempo correcto?
Muchos consideramos que “debemos tomar la decisión” y con frecuencia no sabemos por qué o para qué debe ser en este momento. A veces esta reacción es sólo un reflejo de la vorágine en la que vivimos. Así que, par decidir mejor, puedes plantearte estas cuestiones: ¿éste es el mejor momento para tomar la decisión?, ¿puede esperar?, ¿por cuánto tiempo? Quizá solamente necesitas explorar y tomarte tu tiempo.
4. ¿Mismo peso?
En ocasiones queremos decidir entre ‘peras’ y ‘manzanas’, es sólo que las peras nos encantan y detestamos las manzanas. Es decir, las opciones no tienen el mismo peso, entonces realmente no podemos decidir, porque para decidir hay que tener alternativas que tengan un peso similar, en otras palabras, que representen una alternativa real para nuestra mente y nuestro “gusano”.
5. Se vale cambiar
Quizá tú, como yo, naciste y creciste en la época en la que se enseñaba que tomar decisiones era cosa seria. Una vez tomada, “hay que morirse en la raya”. Pero lo cierto es que las decisiones pueden ser cambiadas. Si después de haber tomado una decisión, consideras que no hay forma de hacer algo bueno con eso, entonces conviene replantearte tus posibilidades.
Reflexión final
Como siempre he dicho, en el fondo “no hay buenas o malas decisiones” porque no tenemos control sobre el futuro y no sabremos si esa opción fue la mejor o no. Tampoco sabremos si haber tomado la otra hubiera sido mejor. En realidad, cuando tomamos decisiones, sólo nos queda hacer algo muy bueno con la decisión tomada.
¿Cómo debió de haber tomado las decisiones María? ¿de dónde proviene su incomodidad? ¿debió tratar de conciliar la parte intuitiva con la racional o simplemente se apresuró a decidir?
Fuente: https://www.entrepreneur.com/article/285339