Después de Semana Santa qué
Al concluir la Cuaresma y cumplir con nuestros propósitos, por pequeños que estos fueron, logramos fortalecer una parte de nuestro carácter y voluntad. Al culminar los servicios religiosos de Semana Santa y vernos renovados como seres humanos con la muerte y pasión de nuestro señor Jesucristo, fortalecimos también nuestro espíritu.
El problema inicia cuando al día de hoy, por ejemplo, volvimos a los vicios de siempre, a doblegar nuestra voluntad, a ser reactivos en vez de proactivos, y a subordinamos nuevamente a los vaivenes del mundo.
Es decir, después de más de 40 días trabajando un vicio o defecto dominante, volvemos a bajar la guardia al dejar de tomar conciencia del mismo para no cometerlo, porque estábamos con ese propósito; sin embargo en nuestro estado actual, volvemos a repetir una y otra vez esa conducta no deseada.
No es lo mismo, si durante 40 días buscábamos de algún modo un tipo de mortificación del cuerpo o privarnos de ciertos placeres y volvemos a ellos, siempre y cuando no se trate de actos o conductas nocivas obviamente.
La reflexión viene por aquellas personas que contábamos los días o hacíamos una cuenta regresiva para volver a nuestro estado “natural” de conductas, actitudes y comportamientos “comunes”.
Si ya durante 40 días evitamos una conducta o vicio que nos perjudicaba, por qué volver a lo mismo, por qué entonces no buscar una forma de trabajar en eliminar ese y otro defecto dominante, para así, de esta forma, pulirnos como seres humanos y en consecuencia mejorar como personas.
Esta reflexión viene no desde la conciencia espiritual o religiosa, que sería lo ideal, sino desde la lógica que nos lleve a mejorar y estar en paz con nosotros mismos y en armonía con las personas que nos rodean, principalmente nuestras familias.
Entonces el reto sería, no solo dejar de cometer ese vicio o actitud negativa, sino por el contrario practicar la virtud o hábito que le es contrario.