Espiritualidad

Domingo Santo: La Pascua de resurrección del Señor

Fotografía de Freepik.

Por Mons. Martín Dávila Gándara.

Cristo resucitado de entre los muertos, ya no muere más (ROM., VI, 9)

La Pascua es la fiesta de fiestas, la alegría sin igual de los cristianos. La gran oración de acción de gracias, en el prefacio de la Misa, nos dirá el motivo incomparable de esta alegría: si es justo alabar a Dios en todo tiempo, mucho más lo es en este día, en que Cristo, nuestra Pascua, inmolado para expiar los pecados del mundo, nos ha dado la vida con su muerte y resurrección. La Pascua es el pecado destruido, la muerte vencida, la vida divina recobrada, nuestro mismo cuerpo promovido a la inmortalidad. Ante semejante incertidumbre debe desaparecer toda tristeza.

Haec dies quam fecit Dominus. “He aquí el día que ha hecho el Señor”. Durante ocho días cantaremos la alegría de este día sin precedente, que nos abre las puertas de la eternidad.

Todos los domingos no harán sino evocarlo continuamente. Y así, domingo tras domingo y año tras año, nos conducirán las pascuas de esta tierra hacia el día bienaventurado en que nos ha prometido Cristo volver lleno de gloria para introducirnos consigo en el reino de su Padre.

Debemos de considerar primero que la:

  1. Resurrección del Señor es un misterio de fe.

1) ES EL FUNDAMENTO DE NUESTRA FE. Como lo asegura San Pablo: Si Cristo no resucitó de entre los muertos, luego vana es nuestra predicación y vana también es nuestra fe (I Cor., XV, 14), puesto que no habría ni redención, ni Redentor, ni justificación, ni vida futura.

En cambio, habiendo resucitado Cristo, estamos seguros que: a) El es el verdadero Dios todopoderoso, pues solamente Dios puede darse otra vez la vida; b) Su doctrina es la verdadera y nosotros estamos obligados a seguirla. c) Sus preceptos son divinos y nosotros debemos cumplirlos.

2) LA RESURRECCIÓN LA HABÍA PREDICHO EL SEÑOR MISMO, y esto muchas veces.

a) Veladamente: “Esta raza mala y adúltera pide un prodigio; pero no se le dará sino el prodigio de Jonás profeta” (Mat., XII, 39).- “Destruid este templo (de mi cuerpo) y yo en tres días lo reedificaré” (Juan II,19)”Nadie me arranca la vida, sino que yo la doy de mi propia voluntad, y soy dueño de darla, y dueño de recobrarla” (Juan X, 18) b)Claramente: “Y desde luego comenzó a manifestar a sus discípulos que convenía que fuese él a Jerusalén, y que allí padeciese mucho de parte de los ancianos, y de los escribas, y de los príncipes de los sacerdotes, y que fuese muerto, y que resucitase al tercer día” (Mat., XVI, 21) “y le entregarán a los gentiles para que sea encarnecido y azotado y crucificado; más Él resucitará al tercer día” (Mat., XX, 19) “No digáis a nadie lo que habéis visto hasta tanto que el Hijo de hombre haya resucitado de entre los muertos” (Mat., XVII, 9), todas las profecías bien claras y evidentes.

3) LA RESURRECCIÓN DEL SEÑOR ES EL MISTERIO MEJOR PROBADO: a) Tiene como testigos los mismos enemigos de Jesús: “Algunos de los guardias vinieron a la ciudad y contaron a los príncipes de los sacerdotes todo lo que había pasado” (Mat., 28, 11) b) Queda confirmada por las mismas precauciones tomadas para probar que Cristo no habría resucitado: “Nos hemos acordado que aquel impostor, estando todavía en vida, dijo: Después de tres días resucitaré” (Mat., 27, 63).

  1. La Resurrección del Señor es un misterio de alegría. Extraordinaria.

1) PARA EL ALMA DE JESUCRISTO: En Getsemaní el alma de Jesús estuvo desconsolada y triste hasta la muerte; ahora todo se ha mudado, y ahora la más grande y pura alegría inunda su espíritu.

2) PARA LAS ALMAS DEL LIMBO DEL SENO DE ABRAHAM. El alma de Jesús apenas separada el cuerpo, “bajo a los infiernos” o sea al seno de Abraham para consolar aquellas almas que, por siglos, le estaban aguardando. Sin duda, con las noticias habidas por las almas de San José, de S. Juan Bautista, del Buen Ladrón, sabrían que la Redención estaba cerca, cuando… de improviso se presenta la benditísima alma del Señor, más resplandeciente que el sol. Podemos piadosamente imaginar que se presentarían ante el Redentor las almas de Adán y Eva, Abraham, Isaac, Jacob,… los cuales previendo la Santa Iglesia, repetirían esta exclamación “¡Oh feliz culpa la que mereció tener tal y tan grande Redentor!

Todas las almas del Seno de Abraham, ya en posesión de la felicidad presenciarían la gloriosa resurrección del Señor.

3) PARA EL ALMA DE SU MUY QUERIDA Y BENDITA MADRE que le había acompañado en sus dolorosos tormentos, como Corredentora, y que más que nadie merecía ser la primera en verle glorioso y triunfante. Tal Hijo y tal Madre, sin necesidad de palabras, se comprendieron con el sublime lenguaje de los corazones. A nuestro modo pensar, “el Hijo le daría gracias a la Madre por haberle asistido en las amarguras de su agonía y la Madre daría gracias al Hijo por haberla redimido de un modo tan exclusivo, hasta preservarla de la mancha original…

Jesús presentaría a María, como primicias de su triunfo, las innumerables almas sacadas del Seno de Abraham…. Los ángeles y demás Espíritus celestiales serían también presentados a María. Y por lo tanto cantemos con los Ángeles y con toda la Iglesia “¡Reina del Cielo! Alégrate, ¡aleluya! porque el que mereciste llevar ¡aleluya! Resucitó como lo había dicho ¡aleluya!”

4) PARA NOSOTROS. A semejanza del Santo Job que, al divisar en profética visión al Redentor, lleno de alegría exclamaba. “Yo sé que mi Redentor vive…. Y que yo he de resucitar en el último día…, y que con estos miembros he de contemplar a mi Dios”, alegrémonos también nosotros al recordar la gloria de Jesucristo nuestro Redentor. Con esa alegría, rebosante del corazón, demos gracias al Señor por su triunfo que también es nuestro.

III. LA Resurrección del Señor es un misterio de Gloria.

1) ESTE ES EL GRAN DÍA DEL TRIUNFO DE CRISTO. La gloria de nuestro Jesús comienza donde acaba la de los hombres. Sobre las tumbas de los más grandes y celebres personajes, se lee: “Aquí yace…” o, “Aquí está sepultado…”, como quien dice, “Toda su gloria quedó encerrada aquí”. Al contario sobre el sepulcro de Cristo se lee este grito de victoria, “¡Resucitó!”… “¡No está aquí!”… Ya no es él de antes, pasable y mortal; ahora vive vida inmortal, gloriosa y triunfante.

2) ESTA GLORIA AFECTA. a) el Cuerpo físico de Cristo, aquel mismo cuerpo que tanto había sufrido en la pasión, desde este momento resplandece como el sol lleno de gloria y majestad, y sale del sepulcro impasible, o sea ya no más sujeto al dolor, al cansancio, al hambre… Sutil que podía penetrar en el cenáculo aun con las puertas cerradas… ágil como el pensamiento… luminoso como conviene a su cuerpo glorioso. b) al colegio de los Apóstoles, los cuales se sentían tan poseídos de la gloria de su Maestro que casi dudaban que fuese posible tanta felicidad. c) a su cuerpo místico, o sea, la Iglesia Católica que se alegra con felicidad de su divino Fundador. Por esto, el día Pascua de Resurrección es el más solemne del año eclesiástico, y en él se canta. “Este es día que hizo el Señor, alegrémonos y regocijémonos en él”. Es el día del triunfo después de la pasión; es el día de santas alegrías y consuelos, porque nos recuerda que nosotros también resucitaremos gloriosos con Cristo si con Cristo sabemos sufrir.

3) LA GLORIA DEL TRIUNFO DEL SEÑOR QUEDO AUMENTADA por las noticias que corrían por Jerusalén en el día de la Resurrección. Parece verosímil que, dada la atmósfera que había entonces contra el Nazareno, el Sanedrín se reuniera a primera hora para deliberar lo que debía hacerse en el caso de que se dijera que se había verificado la profecía de Jesús, que se resucitaría el tercer día. Y he aquí que por distintos conductos llegan noticias que Jesús de Nazaret, el Galileo, ha realmente resucitado…, que le han visto…

Llaman a los guardias del sepulcro y oyen, asombrados la narración de lo sucedido, y por salir de un atolladero, se meten en otro más grande; reparten con abundancia dinero a los soldados y les dan esta desastrosa consigna: “Decid que, mientras vosotros dormías, vinieron sus discípulos y lo robaron…”

¡Magníficos testigos dormidos para que tuvieran crédito!

Los soldados recibieron el soborno contra el hecho de la Resurrección, pero apenas salidos de la presencia de aquellos malvados, no hicieron cosa que divulgar por toda la ciudad que Jesús había realmente resucitado. Como dice San Mateo, “Esta voz ha corrido entre los judíos hasta el día de hoy” (28, 15).

¡Este es el fundamento inconmovible de nuestra santa fe!

Comentarios

Comentario

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Más populares

Arriba