El Sacrificio y la Abnegación Mutua es Clave en la Vida Conyugal
Por Monseñor Martín Dávila Gándara.
Para el logro exitoso en cualquier vocación debe de haber paciencia, resolución de aprender, voluntad para prescindir de deseos momentáneos, y todo ello sacrificado al objetivo final.
La vocación del matrimonio no constituye una excepción; requiere un trabajo más arduo que cualquiera otra. Por ejemplo, consideremos la misión de la mujer como esposa y madre: deberá ser la compañera que dé alientos al marido; y si no tiene necesidad de trabajar, debe procurar ser una buena ama de casa, con la habilidad para cocinar, coser, limpiar, etc.
Por lo mismo, debe tener aptitudes de economista, puesto que ha de ser capaz de manejar su presupuesto doméstico y de comprar eficientemente los alimentos, el mobiliario, los vestidos, evitando el comprar por el comprar y sobre todo las cosas innecesarias.
Deberá conocer, su papel de madre, en la alimentación y cuidados que requieren sus hijos. En múltiples ocasiones tendrá que aplicar sus conocimientos de enfermera, o hacer las veces de maestra; también debe de poseer conocimientos prácticos de psicología infantil, para disciplinar adecuadamente a sus hijos.
Y además del talento positivo necesario para realizar bien estas tareas, requiere cualidades espirituales y emocionales: como la paciencia, tolerancia, comprensión, amabilidad, gentileza, fortaleza, prudencia y dulzura.
Por lo que respecta al padre, necesita cualidades análogas. Debe inspirar respeto, como cabeza de familia; para ello deberá ser razonablemente competente como hombre: por ser el jefe de familia; debe satisfacer las necesidades de todo tipo de su esposa e hijos. Y una cosa que debe de evitar, como lamentablemente en estos días sucede, en algunos casos, en ser holgazán y flojo que pone a la esposa a trabajar, para perder el tiempo en la TV, internet y chateando todo el día.
Si el esposo cumple bien sus funciones como hombre competente, será un manantial de inspiración para su consorte y sus hijos, y con ello alentará a ambos para el cumplimiento de sus obligaciones.
También él ha de ser maestro; probablemente su ejemplo será el factor más importante en el desarrollo de la personalidad de sus hijos. Y además, requiere un conocimiento perfecto de la necesidades espirituales y emocionales de su mujer y de sus hijos. Y para ello, debe de precisar de elevados propósitos y de un firme sentido del deber, para llenar todos estos requerimientos.
Siendo obvio que un hombre y una mujer necesitan todas las cualidades señaladas para cumplir como marido y esposa, y como padre y madre, para ello es necesario que nos hagamos esta pregunta: ¿por qué constituyen una legión los que hacen votos matrimoniales sin saber realmente lo que se espera de ellos? E incluso hay parejas que han vivido juntas durante años, que ignoran, algunas veces, cuántos reajustes deben hacer a su personalidad y autodisciplina para que su matrimonio sortee con fortuna todos los escollos y dificultades que se les presenten.
Hay esposos que se la pasan oyendo las canciones populares en la radio, y leyendo novelas románticas, o historias de amor en TV o en el cine, pero lamentablemente con muy pocos resultado en el beneficio de su vida conyugal, porque lo que aprenderán de ello, raramente reflejan una vaga noción de lo que la vocación del matrimonio exige, como es el esfuerzo y sacrificio tremendo e incesante por parte de ambos cónyuges.
Los problemas que se suscitan en el matrimonio, tal como se presentan en la TV, casi siempre se resuelven oportunamente con un final comercial. Las canciones populares producen la impresión de que los conflictos matrimoniales pueden resolverse en el piélago de la pasión sexual.
Incluso los artículos sobre el matrimonio en revistas y libros populares, seriamente a encaminar a ayudar a los casados a entenderse mejor, presentan a menudo un problema típico y, a las pocas líneas, informan que la pareja, con solo realizar un acto mágico, como la visita a un asesor de matrimonios, ha superado todas las anteriores dificultades y ya viven felices.
Realmente son pocas las publicaciones que ponen de relieve que el sacrificio mutuo es esencial para el buen suceso de los matrimonios. En ese pequeño y maravilloso libro que es “La imitación de Cristo”, de Tomás de Kempis en el siglo XV, hallamos escrito: “A menos de que te niegues a ti mismo, no lograrás la libertad perfecta”. Estas son palabras que deberían ser estudiadas por cada persona casada.
A menos de practicar una severa disciplina voluntaria y de dominar los propios deseos, y esforzándose, en cambio, por satisfacer las necesidades recíprocas de su esposa y de sus hijos, no se podrá alcanzar la completa felicidad en el matrimonio.
No es tan fácil “encontrar” la felicidad, como suelen pregonar las películas. Para obtenerla, se debe ganar. Y únicamente se podrá lograr con lo que el ritual del matrimonio católico llama “el principio del propio sacrificio”.
Hablar de abnegación y sacrificios mutuos en los casados, es casi imposible, en estos tiempos en donde abunda la inmundicia y el hedonismo por todas partes, y en donde el matrimonio esta subordinado a la individualidad y al egoísmo mas atroz.
Pero ¿Podrá haber verdadera felicidad, en el hedonismo y el egoísmo? Claro, que no la habrá, porque nadie puede dar lo que tiene, y en este caso quien siembra egoísmo y hedonismo, lo único que va a cosechar va a ser desolación, desesperación remordimientos, depresión, y sobre todo vació de Dios, porque quienes son egoístas, en nadie puede pensar sino solo en ellos mismos.
No se puede hablar de amor, sino se tiene en cuenta a Dios, porque si, así lo hacemos, lo único que impera es el egoísmo; y que es lo que hace el egoísmo sino destruirlo y secarlo todo.
En el matrimonio debe estar el individualismo subordinado al interés de una vida común más amplia. Desde el momento en que contrajeron nupcias los esposos se pertenecen mutuamente, el uno al otro. En ese instante se les pidió que fueran uno en mente, en corazón, y en afecto. Así como lo aconseja el ritual del matrimonio: “Cualesquiera que sean los sacrificios que en consecuencia se les exijan para preservar la vida común háganlos siempre generosamente”.
¿Significa esto que se debe de pintar la vida matrimonial en colores tétricos y siniestros? No, para nada, el sacrificio solamente es difícil y enfadoso en ausencia del verdadero amor. Ya que el amor todo lo hace fácil, y cuanto más perfecto sea, con más agrado se realiza el sacrificio.
Cuando dos personas aprenden a ser pacientes en el matrimonio y en la relación del uno con el otro, el resultado es la armonía conyugal. Y esta unidad mental es la mayor fuente de felicidad que las personas pueden alcanzar en la tierra.
Ningún placer humano puede equipararse con el que el marido amante proporciona a su mujer, el que la mujer proporciona a su marido, o el de los hijos a sus padres. Ciertamente, son pocas las personas las que aprecian lo que es la cálida y viva unión de dos personas a las que solamente la vida en común llena de significado.
Por último, espero en Dios, que tanto el esposo como la esposa, reflexionen de la mejor manera, de la importancia del sacrificio y la abnegación mutua en la vida matrimonial, ya que esto, es la clave para una relación exitosa de pareja en el matrimonio.
Gran parte de este escrito fue tomado del libro: “El Manual del Matrimonio Católico” del Rev. Padre George A. Kelly.