Emociones

Cómo nos convertimos en la generación de los débiles emocionalmente

La transición entre la infancia y la adolescencia parece un síntoma, una alteración que el cerebro no soporta, entrando –quizá– en una crisis emocional. Ahí se forja la moral y el camino hacia la vida profesional y mundana, una que pide estar lo más sano posible; ya que de lo contrario, terminarás excluido, en drogas, insultando o siendo un “nini” a la espera de una oportunidad que nunca llegará.

Algunos afirman que esa línea entre la infancia y la adolescencia nunca los perjudicó. Dicen que las burlas y los insultos los fortalecieron, aseguran que los apodos, golpes, zapes, “sacacacas”, bolas de papel en la cara y peleas afuera de una escuela los hicieron más fuertes; jugando y diciendo que lo de antes era “carrilla” y hoy en día se le considera bullying es tan sólo una excusa para ser más débil e imbécil.

¿Cuál es la diferencia entre carrilla y bullying? Aquellos que nacieron en la generación millennial utilizan el término anglosajón y para todos los demás, el fenómeno se describe en una frase: “el que se lleva, se aguanta”. Es así que en el pasado la diferencia entre la risa y el insulto era mínima; así los mexicanos nos aferramos a reír y burlarnos, cambiar el respeto para fortalecer el carácter.

El mundo y la cultura mainstream te podrán decir que aventarle una bola de papel con saliva a otro es lo peor del mundo, sin embargo, para millones de niños que asisten a la escuela diariamente aquello sólo es una mofa cualquiera, cosa de todos los días. ¿Está mal? Para ellos sí, pero nunca harán nada por cambiar dicha situación.

De alguna manera todos hemos sido adoctrinados y las escuelas son el ejemplo claro. Nos enseñan que la capacidad lógico – matemática, nos conducirá a ser respetados por los maestros mientras que para todos los demás seremos por siempre nerds. También en las aulas te inculcan el deporte, donde un maestro de relativa capacidad te pondrá a jugar fútbol al final de la clase: todos lo hacen, aunque algunos no sepan. A unos los eligen primero y los del final –los nerds– sufren la discriminatoria regla escolar: puedes ser bueno con los números, pero si no manejas el balón estás condenado a ser ignorado.

El adoctrinamiento no lo brinda un maestro, sino el constructo social por el cual pasamos durante la infancia, cumples un rol: el nerd, el feo/a, el guapo/a, el que juega bien fútbol, el travieso, el burlón, la criticona, la/el que tiene dinero, los que ponen apodos, etcétera. Esta gran mezcla de personalidades son niños y niñas que terminan perdiéndose entre los populares y los ignorados; estos últimos, al final de la cadena alimenticia, son los que hoy dicen que el bullying sí los afectó, aunque en el pasado lo veían como algo malo, pero normal.

Entonces, tenemos dos grupos: lo que dicen que el bullying es como en el pasado, sólo carrilla con carácter y los que –siendo nerds o no– perdieron algo en su infancia: su torta, su dinero, pero sobre todo, su dignidad. Tal vez hiciste burla como los millones de mexicanos que a diario sueltan risas y bromas, sin embargo, dentro de ese constructo social también contribuiste a que otros millares de personalidades sufrieran.

De esa manera el acoso con el tiempo se convirtió en secuestro, los golpes en muertes y los insultos en motivos de suicidio. Así nacieron los millennials, los débiles y herederos de la carrilla que se convirtió en bullying, aquéllos que hoy dejan la escuela, se hunden en ese vaivén que los convierte en adultos agresivos que llenan de insultos al otro, no sienten empatía y dedican su vida a amargársela a los demás.

En ese escenario social, el resultado es algo que el cerebro no puede soportar con el tiempo. En el pasado tal vez las personas “aguantaban vara”, pero hoy con la inmediatez de la información, los videos humillantes y la viralización de los mismos en las escuelas, la carrilla se ha convertido en algo serio. Pasamos de la novatada sin peligro a la alteración cognitiva del individuo.

De acuerdo con Anna Lucía Campos, directora de la Asociación Educativa para el Desarrollo Humano (ASEDH) todos contamos con una especie de “cerebro social”, «una compleja red de regiones cerebrales que están involucradas con la cognición social y que nos permite relacionarnos con los demás». Esta red explica por qué los seres humanos hemos sido más tolerantes con el paso del tiempo, de generación en generación, pues esta parte de la corteza prefrontal del cerebro se sigue desarrollando durante toda nuestra vida y se construye a partir de lo que vivimos, sentimos, amamos y odiamos. Sin embargo, cuando sufrimos de abusos, insultos y golpes durante la infancia, la región encargada de superarnos a nosotros mismos se debilita, es decir, se hace añicos ante el bullying.

Es como si la llamada carrilla del pasado hubiera experimentado un estado evolutivo de maldad con el tiempo, al grado de destruir –en el presente– la única parte del cerebro que se encarga de hacer evolucionar a nuestra conciencia. Por otro lado, está comprobado que el bullying provoca alteraciones morfológicas en el cerebro. La agresión constante origina que éste introduzca códigos de resistencia inadecuados, es decir, todo lo que vive y sufre un niño lo traducirá en algo malo aun cuando las circunstancias no lo ataquen.

El abuso durante la infancia y la adolescencia podrá forjar el carácter para muchos, pero esas afirmaciones no reflejan las cifras duras, pues en México ocho de cada 10 alumnos sufren de bullying y según el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), alrededor de cuatro millones de niños y adolescentes de entre 3 y 17 años de edad dejan la escuela por tal causa. Los motivos de la deserción pueden ser varios, pero sin duda el fenómeno millennial de la debilidad cognitiva a causa de la “carrilla” es uno de los principales detonantes.

Millennial, un grupo complejo, una mezcla del pasado y presente en lo positivo, en la tecnología y en la moda, pero de igual manera en la violencia, el abuso y las burlas: en el bullying. Claro está que la educación en México necesita modificar su enseñanza, ya no se debe apuntar a una relación maestro y alumno efímera, sino en derribar el constructo social al que cualquier niño está amarrado, listo para ser el popular o impopular. Un equilibrio es necesario, de otra forma siempre habrá personas que dirán: «a mi la “carrilla” me hizo lo que soy, alguien fuerte».

Fuente: https://culturacolectiva.com/estilo-de-vida/como-nos-convertimos-en-la-generacion-de-los-debiles-emocionalmente/

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