Espiritualidad

Valores y virtudes fortalecen la familia

Por Pbro. Luis Alfonso Márquez

La familia es pilar y célula de la sociedad. De una buena familia, con firmes bases morales, convicciones profundas y alimentadas con la sabia de la gracia que proporcionan los sacramentos, se exportan individuos que engrandecen un apellido, una sociedad y un país.

No basta saber qué es lo bueno para serlo, es necesario desear, querer la virtud y aplicarla a nuestra vida para llegar a ser una persona honesta, buena y santa, en el verdadero sentido de la palabra.

A estas alturas del mundo pro-globalizador, se han desvirtuado conceptos, reinventado nociones y generado nuevos derechos, para una nueva sociedad que en lugar de nueva se le debe llamar decadente, enviciada y atada a sus bajos instintos, pesando sobre ésta la amenaza de Nuestro Señor : “Ay de aquellos que  llamen mal al bien, y  bien, al mal”.

A las almas de buena voluntad que no se dejan envolver con esos valores trastocados, les diré que no basta conocer qué es lo bueno, lo honesto, o el conocer su noción simplemente, es necesario, es deber para su salvación el practicarlo, aplicarlo a nuestra vida.

Iniciaré una serie de consideraciones repasando las virtudes morales y teologales para ver no solo el concepto sino el CÓMO PODREMOS ADORNAR NUESTRAS ALMAS CON ELLAS; esta es la encrucijada donde muchos se detienen porque no basta tener buena intención sino que hay que pasar a un segundo plano y es el de la acción.

Para lo anterior resolveremos el ¿Cómo puedo ser más sobrio?, ¿Cómo puedo ser humilde, paciente, casto?, etcétera. Los vicios fácilmente prenden en nuestra alma, solo basta “dejar hacer, dejar pasar “y crecerán como hierba silvestre, ya que en nosotros mismos llevamos la inclinación al mal, es el “fomes peccati” que nos heredaron nuestros primeros padres, Adán y Eva.

Aquí es donde empieza nuestro compromiso como buenos cristianos de conquistar nuestro carácter, domar nuestras pasiones, multiplicar los talentos que hemos recibido y cooperar con la gracia para responder al llamado que nos hace Nuestro Señor Jesucristo: “quien quiera venir en pos de mí, niéguese así mismo, tome su cruz y sígame”.

Los valores que hacen grande al individuo, fuerte a la familia y próspera a la nación los han ofrecido ya en un sistema moral, ya en otro; los grandes pensadores de la filosofía, sin embargo eran limitados o se equivocaron como Sócrates que según pensaba, la gente era mala porque no conocía el bien, así que empezó a predicarlo a sus discípulos y a todo el pueblo; después descubrió que a pesar de conocerlo no querían seguirlo, esto sucedía porque había maldad en su corazón.

Por otra parte conocemos personajes que se dieron a la caza de las virtudes y llegaron a triunfar sobre pueblos y ciudades, pero sobre todo triunfaron sobre sí mismos, solo que tuvieron un punto de debilidad y por aquí les vino la ruina de su alma, y así a pesar se su fuerza, cayó Sansón; a pesar de su sabiduría, apostató Salomón

Finalmente vino Cristo y fundó la Iglesia Católica, la cual es depositaria de los frutos de la Redención superabundante de la Pasión;  así que los sacramentos, la oración a Dios y la intercesión de los santos son una ayuda excelente para a quien se le hace imposible el cumplimiento de algún mandamiento y flaquea en esto su virtud.

Nos alienta San Agustín diciéndonos: Hijo mío, tu has lo que puedas y lo que no puedas cumplir pide a Dios en la oración para que puedas.

Saber, poder y ayuda de Dios.

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