Confesiones
Por: Paulina Marquez
CONEESIÓN 1.- Ese día supe que había despertado porque podía ver por un rendijo de mi cobija el rayo de luz que atravesaba las plantas de la ventana de mi cuarto. Sabía que la noche había terminado y que era momento de levantarse. Que cosa tan más pesada eso de levantarse, pienso en que me pondré de vestir, y que antes de eso tengo que bañarme y después alistarme… jamás habría pensado que el solo PENSAR en hacerlo me cansaría tanto. Deseaba tanto seguir hundida en mi cama, seguir durmiendo hasta que ese día terminara. Negocié unas cuatro veces el levantarme, había algo “más” que me pesaba y por el que no podía dejar mi cama. Sabía que si salía a trabajar y comenzaba mi día, éste se pasaría un poco menos lento, pero en verdad me pesaba física y emocionalmente el levantarme de la cama. Además los pensamientos no me dejaban descansar, segundo a segundo era la misma idea, “rumiar” le llaman los psicólogos, rumeaba todo el día la misma idea, el mismo evento, el mismo pensamiento que me hacía hundirme cada vez más.
Los días me parecían tan sosos, había perdido mi brillo, mi sonrisa, mis ganas de hacer mil cosas en el día, ahora solo pensaba y deseaba estar en mi cama. El apetito se había ido por completo, bebía algún jugo y masticaba alguna galleta o pan solo para que tuviera algo mi estómago. Era el momento más horrible de mi vida, emocionalmente me agotaba vivir. Nunca pensé en el suicidio, supongo que hasta para eso se requiere más fuerza de la que yo tenía en ese momento.
Estaba deprimida, la depresión me imposibilitaba existir, lloraba fácilmente, estaba seria todo el tiempo, no platicaba con la gente, me sentía gris y con un dolor constante en mi corazón.
CONFESIÓN 2.- Río, hablo con todos, puedo conversar con extraño, salgo a divertirme, voy al cine, tengo buen apetito, he subido de peso, tengo proyectos, he recuperado mi energía y entusiasmo hacia la vida, duermo y descanso, ya no me la paso dormida todo el tiempo, canto, escucho canciones, he recueprado mi concentración para trabajar, ya hay cosas que hacen saltar mi corazón. Ya tengo ánimos para hacer mis proyectos, me despierto y a veces me cuesta un poco levantarme de la cama pero lo hago con gusto y doy inicio a mi dia. A veces si quisiera quedarme en cama, de vez en vez mi corazón me sigue doliendo. Ha habido algunas películas que en ciertas escenas específicas me han hecho llorar pues recuerdo lo que me pasó, he escrito varias cartas y me he ido a cafés y restaurantes a escribir y llorar. Ha ido regresando poco en poco mi habilidad para escribir y si, muchas veces lo extraño, extraño a quien fue mi pareja pero el hecho de que mi corazón esté triste pero tranquilo vale estos momentos de llanto.
Estoy triste pero esto no me imposibilita vivir, estoy triste por una cosa en específico y lo demás lo puedo disfrutar, por eso río, canto, bailo, planeo… La tristeza no me pesa para existir, la tristeza se expresa a través de mi llanto y mis reflexiones, es por momentos y no permanente, no pesa y me ayuda a sensibilizarme con mis propias necesidades.
CONFESIÓN 3.- Tristeza y depresión no son lo mismo. Para mi, la depresión es una energía que me hunde, que no me permite levantarme, que es celosa, posesiva y egoísta. Me lleva a un cuarto oscuro en el que nadie tiene cabida, me aísla de todos y de todo, me va matando en vida. En cambio la tristeza me da gamas de colores, me deja la libertad de caminar, de poder reír y llorar cuando lo necesito, es compartida, trabaja en equipo y me da un descanso para recargar pilas y seguir caminando.
CONFESIÓN 4.- Para la depresión visité a mi psiquiatra y psicoterapeuta, definitivamente no pude sola y recurrí a su auxilio, tres meses después estoy mejor. Para la tristeza me tomo mis momentos de reflexión, de sentirla, de consolarme y seguir con mi tratamiento anterior hasta que mi corazón haya sanado.
REFLEXIÓN FINAL: “Depresión” y “triseza” no son sinónimos. Cuando la tristeza comienza a pesar demasiado es tiempo de buscar ayuda. No basta con “pensar diferente”, salir a caminar, evitar “pensar”, a veces es necesario un apoyo extra.
A veces no podemos nadar en el mar de emociones en el que nos encontramos, no pasa nada con tener un par de salvavidas que nos aligeren la carga y nos faciliten el camino de regreso a nuestro hogar.
Paulina Márquez
Psicoterapeuta y Tanatóloga